martes, 26 de marzo de 2013

1750




Fue un año trágico para las lenguas indígenas de lo que era entonces la Nueva España. Tal año entraron en vigor leyes que prohibían el uso de las lenguas de México, en especial del náhuatl, como lenguas para la enseñanza y la expedición de documentos oficiales. Debido a esa legislación se dejaron de traducir obras básicas de la literatura occidental al náhuatl. Y el náhuatl se dejó de emplear en las escuelas y se consideraba grosero que los jóvenes indígenas hablaran su lengua delante de las autoridades españolas.

Desde entonces el náhuatl, que había fascinado a los clérigos y lo sabios que se adentraban en él, se convirtió en una lengua avasallada restringida al uso popular y lo que ahora conocemos como folklor (que si bien no tiene nada de malo es sólo una de las muchas expresiones culturales).

En la actualidad, ahora que poseemos un discurso reivindicatorio para justificar la preservación y expansión de las lenguas originarias sólo falta mucho trabajo para que vuelvan a ser canal para la ciencia, la literatura, el arte y el pensamiento universal.



Mā occēpa totlahtōl nehnemi ītlōc in centlācayōtl ītlamatiliz. Īchicāhualiztica tohuēhuenemiliz ticchīhuazqueh in yancuīc in petztic nāhuatlahtōlli tlein quipiya moch tlamatiliztli, iuhquiya in Caxtillahtōlli zo in Aglatlahtōlli. Mā ticmocuitlahuiz mochīhuaz inin.

Tlā nāhuatlahtōlli huel xicmomachti. Intlā ca ye timācēhuallahtoa mā xicahcicāmati occē tlahtōlli tlen occē āltepēctzintli zo huēhuetlatōlli. Tlā xictēmachti in. Nāhuatlahtōltica xitlahcuilo.

Tihīyōhuizqueh timācēhualtin tichicāhuaqueh. Totlahtol nemiz nō hueyiyaz.

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